lunes, 5 de diciembre de 2011

Sábado, 3 de noviembre, por Gonzalo


Ruta: Almonte, Hinojos, Almonte.

Nuestros primeros saludos para Manolo Sánchez, al que deseamos que pronto se reincorpore al grupo ya que sigue convaleciente. La verdad es que se nota la ausencia de cualquiera porque esto “de una mini aventura” engancha. Hoy hemos salido Suárez, Martín y yo, Gonzalo. De Dani y de Miguel Ángel no sabemos nada.

Salimos a las nueve y media de una mañana soleada y algo fría desde la gasolinera.

El propósito de hoy era “una navegación pura” sin meternos en pistas conocidas y atravesando los pinares entre Almonte e Hinojos. O sea un París – Dakar, perdón un Almonte – Hinojos en pequeño.

Salimos por el Recinto ganadero y todo seguido hasta encontrar un eucaliptal vallado de frente. Lo rodeamos por el flanco izquierdo por una pista con bastante arena. Pasamos por el lado de una casa en ruinas cercana al camino y llegamos a los pinares. Giro a la derecha y parada enseguida en “la Cruz Romero” para un rato  de charla y unas fotos.


 




Seguimos bordeando el pinar hasta llegar a un eucaliptal que atravesamos con más bancos de arena. Gracias a que ayer llovió algo y la arena no está tan suelta. Hay cazadores por aquí tirando a los zorzales. Vamos buscando la pista del pinar del tableao. Tras la una casa forestal que aparece en medio del eucaliptal tiramos a la izquierda, bordeando un pinar. A continuación, cuando ya aparecen los primeros campos cultivados, tomamos un camino a la derecha que intuimos transcurre paralelo a la carretera-pista de Hinojos-La Palma.  
Al final llegamos al destino que buscábamos: una preciosa dehesa que limita, a la izquierda, la pista que tomamos cada vez que nos dirigimos a la carretera antes mencionada. 



 
Al llegar a la pista giro a la derecha y a unos 200 metros giro a la izquierda para meternos “en faena” intentando atravesar el pinar buscando llegar a Hinojos. Nada más entrar en el sendero nos encontramos una primera bifurcación. Nos decidimos por el carril de la derecha para ir abriéndonos en dirección a Hinojos. Luego nos dimos cuenta que todos los carriles parecen desembocar en el mismo sitio.

El camino es precioso. Vamos despacio saboreando el color de la tierra que se empieza a tornar verdoso con los primeros brotes de las plantas. La luz del sol, tamizada, se introduce entre las altas copas de los pinos y ofrece claro-oscuros sobre el sendero que a veces se convierte en una verde pradera. ¡Manolo lo que te estás perdiendo! Y todo “en la puerta de casa”.

Por fin llegamos a Hinojos por el sendero del campo de tiro y el recinto ferial. Desde allí hasta un bar en la rotonda de entrada  a Hinojos donde tomamos un cafelito.

De regreso salimos bordeando el merendero y “otra vez en faena”. Ruta a navegar en busca de nuestro destino. Senderos apenas visibles con la hojarasca de los pinos, monte blanco que se va apoderando poco a poco de ellos, algunos arroyos por medio, poda de pinos de buen porte en algunos sitios, cortafuegos… hacen del camino una delicia, sobre todo a nosotros que vamos despacio y con cuidado de no hacer daño a nada.




Salimos por la misma Casa del Membrillo y, en vez de tomar la pista hasta la Casa de Cumbre Hermosa, seguimos por donde parecía seguir el sendero que traíamos. Tras un poco de carril, nos metimos en la primera raya que cruzaba girando a la izquierda. Luego a la derecha, por otra raya perpendicular, y nuevamente a la izquierda por un nuevo carril que atravesaba el pinar.

Volvemos a la Casa de Cumbre Hermosa y tomamos la dirección hacia la Carretera de Hinojos. Justo al final, ya en el mismo enlace, bordeando una valla de protección, cogemos un carril que sale a la derecha. Atravesamos el pinar y vamos trazando carriles paralelos al Camino de los Huertecillos, hasta que un corte perpendicular nos expulsa a la misma carretera. 

Hacemos un pequeño trayecto de carretera hasta que encontramos de nuevo un carril a la derecha, justo antes de divisar los alcornoques de la Dehesa de Escolar, que nos introduce en una plantación de eucaliptos. Para que no falte de nada, en su travesía, un perro de algún ganadero que se nos viene encima. Un susto más pero no pasó de ahí.

Ya a la llegada, y en las puertas del pueblo, un grupo de caballistas que se van a pasar un par de días al campo con sus caballos, nos invitan a una copa y ratito de charla. Llegamos a las dos de un mediodía espléndido de sol, sin viento y con 53 kilómetros “en el lomo”. Cervecita en el bar de la piscina y a casa.

¡Hasta la próxima!

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